¡Buen Camino, peregrino Manuel!

a6d7b816-63ca-40cb-ac3c-10619f3deb5eComo todos podréis imaginar, hablar genéricamente del Camino de Santiago requeriría una batería ingente de entradas, pero no es ése el propósito del post de hoy. Os será fácil imaginar -por propia experiencia- que no es sólo el viaje en sí (o su fin) lo que hace de un periplo algo para recordar. También son los momentos que se viven con algunos de nuestros compañeros de experiencia, aunque ésta fuera breve pero intensa…

Es por ello que me gustaría dedicar este post a la memoria de mi apreciado y querido Manuel, peregrino del Camino nacido en Cuba y residente en Philadelphia (Pensilvania, USA), que volvió a España en pos de sus orígenes -como hijo de asturiano emigrante (Manuel Gutierrez)- en compañía de su familia.

Asturias, su tierra paterna, son aquellos verdes prados donde el viento del norte parece susurrar a tus oídos secretos de otros tiempos; son las sensaciones acumuladas cuando el rostro es bañado por el sol mientras contemplas a lo lejos las bravas aguas de un mar Cantábrico;  son los rincones de  vetustos pueblos cargados de historia y sus pequeños caseríos que te obsequian con una deleitosa gastronomía. Manuel disfrutó cada paso por los fogones de una tierra que no conocía pero que siempre llevó en el corazón.

Manuel. Fugaz pero enriquecedora la vivencia contigo, hasta la emoción… Digno y recio vástago de los hijos de esta tierra. Hijo pero también padre de 3 hijos (Manny, Alex y Maya) y abuelo, querido hasta el final, y no sólo por los tuyos. Muy grato tu recuerdo, y el de las narraciones que compartiste conmigo, heredadas de los que te precedieron.

Imagino, Manuel, que otra vez deambulas por los rincones de la noble, poderosa, leal e invicta Asturias, cuna de las Españas, como te conté. Ribadesella, Colunga, Gijón, Cangas, Covadonga… y Llanes, tu escenario predilecto de aquellas historias de las que hablábamos sobre los indianos. Sobre aquellos recios y decididos hombres que un día abandonaron su tierra en pos de fortuna hacia las Américas.

Tu querida Asturias, en la lejanía y en el tiempo. La tierra de grandes hombres, como don Pelayo, primer monarca del Reino Astur y defensor de la Cristiandad frente al invasor musulmán, con el que tu imaginación ya bullía desde niño en tu Cuba natal. Tierra de caballeros del Temple, protectores de los páramos y peregrinos, como te gustaba imaginar. Tierra de esas enormes joyas arquitectónicas, pero también de esas pequeñas -pero encantadoras- iglesuelas prerrománicas cargadas de historia, mandadas edificar en tiempos de los reyes Ramiro I y Alfonso III, con las que tanto te deleitabas y admirabas. Por no hablar de la fabada, el cachopo o el pastel de cabracho, a los que nunca dejabas de propinar un buen cumplido. Tierra, en fin, de otros ilustres hijos suyos como Ramón Pérez de Ayala, Gaspar Melchor de Jovellanos o Leopoldo Alas Clarín.

Reflexiono sobre ello y comprendo mejor ese carácter tuyo, como hijo de los hombres que forja esta tierra: humilde, sincero, fuerte, sencillo y trabajador, amante de lo suyo y de los suyos; heredero, en suma, de esa pródiga carga de valores nobles y honestos que percibí en tu compañía.

Compañero de camino… Echaré de menos tu agradable y sencilla conversación. Atrás quedan grabadas tu franca sonrisa, tus anécdotas, tu imaginación, el recuerdo heredado de otros tiempos y ese saber escuchar, del que cada vez menos pueden hacer gala en este frenético mundo en que vivimos. También tu ejemplo cotidiano, prodigando atenciones a tu querida Nell, a tu hijo Manny Jr. y a tus nietos, Sarah y Zach.

Pero éste no es el final. Manuel, el viaje continúa. Seguro que volveremos a vernos en algún otro camino, en algún otro momento, en alguna otra vida. Hasta siempre, amigo, digno indiano de corazón.

In memoriam Manuel.